29 jun 2012

Relaciones: Su importancia


Ser emocionalmente inteligente implica, entre otros, hacerse responsable del impacto que causan las emociones, lo que conduce a un incremento en la capacidad de relacionarnos con los demás.

1- ¿Programados para relacionarnos?

En la clase anterior revisamos la influencia de las emociones en nuestro comportamiento y definimos los componentes de la inteligencia emocional.

Entre estos componentes es posible apreciar una diferencia: mientras el autoconocimiento y la regulación de las emociones están más ligados a las emociones, la empatía y el manejo de las relaciones interpersonales ponen el énfasis en la capacidad para relacionarnos con los demás.

Esto puede hacer surgir una confusión conceptual sobre cuáles de las habilidades humanas son sociales y cuáles emocionales.

En realidad, ambos dominios se entremezclan, así como la propiedad social del cerebro se superpone con sus centros emocionales. “Todas las emociones son sociales”, como observa Richard Davidson, director del Laboratorio para la Neurociencia Afectiva, de la Universidad de Wisconsin.

Agrega: “No se puede separar la causa de una emoción del mundo de las relaciones, nuestras interacciones sociales son las que mueven a nuestras emociones”.

En general, para enfrentar las demandas de la vida diaria y para trabajar en pos de las tareas de vida, los individuos hacen uso de una colección de estrategias de resolución de problemas y esquemas que en su conjunto constituyen el repertorio de inteligencia social de cada persona.

De esta forma, el comportamiento es guiado por sugerencias y demandas provenientes del contexto situacional, sociocultural y personal.

Los componentes pueden organizarse en dos amplias categorías: la conciencia social, lo que percibimos sobre los otros, y la facilidad social, lo que hacemos en consecuencia con esa conciencia.

-       La conciencia social se refiere a un rango que va desde percibir de manera instantánea el estado interior de otra persona a comprender sus sentimientos y pensamientos y a captarlos en situaciones sociales complicadas.

-       La facilidad social se construye sobre la toma de conciencia social para permitir interacciones fluidas, eficaces, ya que solamente percibir cómo se siente otra persona, o saber lo que piensa o cuál es su intención no garantiza interacciones fructíferas.

Recién ahora, la “inteligencia social” está madura para la reconsideración cuando la neurociencia comienza a ubicar zonas del cerebro que regulan la dinámica interpersonal.

Esta dinámica apela a sistemas nerviosos muy apartados de aquellos que manejan exclusivamente las habilidades cognitivas, como la inteligencia general.

Podemos leernos la menta, para sentir lo que siente el otro.


El camino que siguen los circuitos sociales del cerebro va por zonas a las que no tienen acceso directo las palabras o los pensamientos. Ver a alguien sufriendo un desmayo en la calle genera una serie de reacciones en cadena. Las personas que están más cerca del accidentado se preocupan de él, lo recogen y le preguntan cómo está. Los que ven la caída desde cierta distancia avisan a los guardias y buscan ayuda.


Neuronas Espejo

Estas acciones tienen hoy una explicación que va más allá de las  emociones, se apoya en la biología del ser humano.

Con tomografías cerebrales científicos de la Universidad de Parma (Italia) descubrieron las llamadas neuronas espejo en experimentos con monos, a inicios de los noventa.

Se denominan neuronas espejo a una cierta clase de neuronas que se activan cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar en otro individuo, especialmente un congénere.

Las neuronas del individuo imitan como “reflejando” la acción de otro: así, el observador está él mismo realizando la acción del observado, de allí su nombre de “espejo”. Tales neuronas fueron primeramente observadas en primates, y luego se encontraron en humanos y algunas aves.

En los humanos, estas neuronas reaccionan cuando una persona desarrolla la misma actividad que ejecuta otra: “Si muevo el dedo, las neuronas de una parte del cerebro se activan. Si veo a otro mover un dedo, la misma parte de mi cerebro reacciona, esas son las neuronas espejo”, explica el doctor Fernando Morgado, experto en siconeuroinmunología.


Empatía e Imitación

En el estudio de la neurociencia, se supone que estas neuronas espejo juegan un importante rol dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía y la imitación. De aquí que algunos científicos consideren que la neurona espejo es uno de los más importantes descubrimientos de las neurociencias en la última década.  

Este tipo de neuronas nos permiten interactuar y comprender los mensajes implícitos. Su función es facilitar y hacer expeditas las relaciones entre humanos, pues “estas neuronas comprueban que nuestra biología está hecha y adaptada para que vivamos mejor en comunidad”, señala Jane Crossley.

Mientras más desarrolladas estén las conexiones entre estas neuronas, más sencilla será la adaptación, incluso entre diferentes culturas. “La neurona espejo es la base, el centro de la interacción social, de los sentimientos por el otro, la solidaridad, la compasión, el altruismo”, señala la doctora Crossley.

Con ellas, se explica la ayuda espontánea entre personas y la necesidad de hombres y mujeres de vivir en sociedad, pues “cada vez que una persona recibe la atención de otra, lo que sea que esté haciendo está siendo emitido y condiciona a quien lo observa”, indica Morgado.

“Además de la empatía, estamos hechos biológicamente para imitar”, asevera el doctor Morgado. Las neuronas no funcionan solamente por el efecto visual, también reaccionan a lo que se escucha, por lo que dan pie a la explicación biológica del lenguaje a través de la imitación.

Otro de los alcances de la investigación con neuronas espejo tiene relación con la capacidad de intuir. “Si la persona mueve un dedo para tomar una taza, antes de que la tome, las neuronas que se usan para ello se activan en el cerebro del observador”, ejemplifica Morgado.

Por eso a veces leemos el sentir de otros: “Estamos programados fisiológicamente para leernos la mente, para sentir lo que siente el otro”.

Daniel Golveman, autor del libro “La inteligencia emocional” afirma que esas neuronas detectan las emociones, el movimiento e incluso las intenciones de la persona con quien hablamos. Se crea un “contagio emocional”  o sea, el que una persona adopte los sentimientos de otra.



2- El aprendizaje Emocional

Tener capacidades emocionales significa ser capaz de conducir las propias emociones de tal manera que uno mejore su desarrollo personal y su calidad de vida.

El aprendizaje de las emociones mejora las relaciones, crea posibilidades afectivas entre las personas, hace más cooperativo el trabajo y facilita el sentimiento de comunidad.

En muchos casos, el desarrollo del conocimiento personal puede ocurrir sin un modelo explícito: uno no necesita mostrar abiertamente a un individuo cómo hacer el tipo de discriminaciones: basta con que uno permita que surjan.

Pero existen casos en que puede ser necesaria o aconsejable la instrucción mucho más explícita en el ámbito personal.

En ocasiones, esta instrucción está a cargo de la sociedad. Mediante tutoría formal, o por medio de literatura, rituales y otras formas simbólicas, la cultura ayuda al individuo que está creciendo a hacer discriminaciones acerca de sus propios sentimientos o de las demás personas de su medio. No se sabe con certeza cómo debe ocurrir la instrucción en el ámbito persona.

Se reconoce que el comportamiento es una función de la continua interacción entre los determinantes cognoscitivos, los de la conducta y las condiciones del entorno.

Esta teoría tiene relevancia en especial en lo que concierne al aprendizaje de conductas sociales, ya que enfatiza el uso de modelos, el simbolismo y el autocontrol.

Imitamos a las figuras que tienen relevancia en el plano afectivo, a padres, amigos y líderes, porque nos identificamos con ellos. Así, lo que hagan o dejen de hacer juega un papel preponderante en las conductas de sus seguidores.

En general, las conductas de los líderes son reconocidas, valoradas e imitadas por otros.

La influencia de los modelos es central en la teoría de aprendizaje social, y esto lo podemos apreciar en cada uno de los procesos recién descritos.

Hemos visto que las personas necesitan prestar atención para aprender de un modelo, y esto significa que sólo algunas pueden servirnos de modelo, aquellas que nos laman la atención por su atractivo, porque nos relacionamos frecuentemente con ellas y en general porque son significativas e importantes para nosotros.

Los sentimientos se controlan y se conducen a la meta personal.

También podemos apreciar que la influencia del modelo dependerá de la exactitud con que se recuerde la acción de esa persona, aún en su ausencia.

Finalmente, el éxito o fracaso de la acción que ejecuta el modelo nos influye en la motivación para volver a reproducirla. Cuando el observador ve que otras personas reciben algún tipo de premio o recompensa por sus acciones o éstas obtienen algún tipo de satisfacción, es muy probable que se comporte de manera similar.

Cada uno de notros utiliza también el simbolismo como una guía para nuestros comportamientos. Nos hacemos una imagen mental de las consecuencias de nuestras acciones, nos fijamos objetivos personales para motivarnos, etc. también intentamos ejercitar el autocontrol postergando nuestros actos por una satisfacción mayor.

Todos tenemos temas que aprender respecto de nuestras emociones. Al comienzo de esta aprendizaje, la mayor parte de las personas se sienten sumamente incómodas ante la sola mención de la palabra “emociones”.

Esto les sucede más frecuentemente a los hombres, quienes temen que si revelan sus emociones quedarán en exposición, lo que les hará perder poder y control tanto en lo laboral como en lo personal. Eta sensación de que al hacer más flexible los límites de nuestro mundo afectivo podríamos tener problemas, posee algo de base en la realidad.

Pero el aprendizaje emocional no consiste simplemente en expresar sentimientos, como hemos visto, sino que también incluye la capacidad de controlarlos y conducirlos a la meta personal deseada.

Ser emocionalmente inteligentes significa conocer las emociones propias y las ajenas, poder manejarlas a partir de su conocimiento y, más importante aún, saber en qué situaciones es apropiada la expresión de las emociones y el efecto que causan en otros. Todo lo anterior conducta a un incremento en la capacidad de relacionarnos con los demás.




Texto Guía: Inteligencia Emocional en el Liderazgo, Nureya Abarca, El Mercurio / Aguilar.

Fuente: Curso: Inteligencia Emocional para el Liderazgo Efectivo, 17-08-2008, clase 04 de 10.

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