¿Cuánto hace que no
experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La
caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se
enseña en las escuelas.
En Inglaterra se
vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En
Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero
allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo
adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños
producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva
explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el
desempeño escolar.
En la escritura
cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos
permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al
ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos
traduciéndolos en palabras.
Por su parte, el
escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras,
desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su
respiración.
Si bien ya resulta
claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que
favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica,
diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habría que educar a
los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz
interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura
deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un
lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al
mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es
vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de
ánimo.
Posiblemente sea esto
lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que
posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto
Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige
componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora
no sugiere.
En todo caso, la
resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud
reflexiva.
Como en tantos otros
aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un
artículo reciente en la revista Time , titulado: Duelo por la muerte de la
escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos
lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo
es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la
belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia.
La escritura cursiva
parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la
podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a
mano. Por poco tiempo...
El autor es
educador y ensayista
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